domingo, 30 de agosto de 2009

Eros, Tánatos y el Humor

La Muerte y el Amor son las dos fuerzas más poderosas de le existencia humana. Aunque a simple vista pudiera ser imperceptible, ésta es una idea muy freudiana. Ambos elementos están directamente anudados a la formación de libido, esa energía que habita en el ser humano, construyendo una conflictiva vecindad con la razón, aquella diosa prostituta de la cual, pese a ser conscientes de sus limitaciones y vicios, tenemos el desparpajo de jactarnos. Libido es precisamente el concepto que aglutina la multitud de motivos por los que llamarnos animales racionales, responde únicamente a una especie de estratagema publicitaria para vendernos la idea de que “estamos bien”. Somos presas del deseo y como retaliación, encontramos encantador ser los victimarios del otro, procurando no notar nunca que ese otro no es otra cosa que una construcción imaginaria, parte constitutiva de nosotros mismos. Somos víctimas y verdugos de nuestro propio yo.

El Amor y la Muerte tienen muchas cosas en común. Demasiadas como para hablar mucho de ellas. Sin embargo, la profundidad con la que se puede hablar de una u otra se evidencia en el potencial deconstructivo que goza cada una de las partes. A saber: el producto de llevar a la Muerte a un terreno cómico, es el Humor Negro; el resultado de hacer lo mismo con el Amor es… ¿la comedia romántica? Este segundo efecto es, a mi juicio, causa de mucha de la violencia que existe en el mundo: lo que el Humor le hace al Amor es inflamarlo hasta límites inverosímiles, transformándolo en una mentira más manifiesta , idealista e imposible, de lo que ya era originalmente. El Amor se convierte en parodia de sí mismo, como si no tuviera ya una carga parodial en su esencia misma. Es el amor del imbécil.

El Humor con la Muerte toman un camino distinto. El Humor Negro es casi un ente discursivo propio, siempre dispuesto a arrojarnos rupturas de sentido sobre la Muerte, mientras los limitados humanos procuramos construir un castillo lógico que nos proteja de aquello que viene a amenazarnos con promesas de agujeros, dolor o la “temible” ausencia de vida eterna. Lo interesante es que cuando permitirnos al humor negro derribar las paredes de nuestro castillo, lo disfrutamos ávidamente. Es una muestra, como cualquier otra, de que detrás de la burda razón, la complejidad de la muerte, cuando no altera y angustia, encanta y complejiza. O talvez lo primero sea causa de lo segundo. El punto es que el Humor Negro, ese resultado de las entrañas jugadas en la no lógica, en los territorios incautados al sentido, permite la construcción de una perspectiva sobre la vida que si acaso no es más correcta, sí es admisible como muchísimo más realista e inteligente que la que pueda extraerse de una línea de pensamiento basada en una pinche comedia romántica.